PERIODO 1788-1830 EN EL GUADIATO
Fragmento del documento: Independencia y dependencia económica de Francia. El periodo 1788-1830 en la cuenca  Belmez - Espiel. Autor: Jose Antonio Torquemada Daza.

Los romanos ya conocían nuestros yacimientos mineros de oro, plata y cobre, aunque su explotación a lo largo de los siglos fue intermitente.

A mediados del siglo XVIII la ilustración pretendió dar un impulso general  a la economía, siendo la primera necesidad la de crear infraestructuras de todo tipo (caminos, canales...).
Se implanta un mercantilismo que trata un desarrollo económico reglamentado en el que se protejan los gremios como fundamento del desarrollo.
Nada tiene que ver esto con el modelo industrial que se desarrolla en el Guadiato: grandes industrias que demandaran materias primas y combustibles, y grandes  explotaciones mineras se las suministrarán.
Un devenir de fracasos en la industria, agricultura y fiscalidad marcaron las sendas de la evolución de esta cuenca; una coyuntura que sería aprovechada por los capitales extranjeros para controlar el desarrollo industrial y minero.

Tras la creación de la Escuela de Minas de Almadén se pretende incrementar la producción de mercurio con la instalación de una máquina de vapor que demandaría gran cantidad de carbón mineral que serviría también de suministro para edificios, oficinas y viviendas.
Se pretendió sustituir la madera por carbón mineral. El encargado de esta tarea fue Francisco Carlos de la Garza quién ordenó buscar el carbón más próximo a Almadén y que culminó con las muestras enviada de las villas de Espiel y Belmez en mayo de 1788.

Entretanto José Simón de Lillo, visitador de montes de Almadén y buen conocedor de la zona  ya que venía con frecuencia para comprar ganado obtuvo el permiso para descubrir una mina de carbón. Y así lo hizo descubriendo la veta de la Hontanilla, la del cerro del Almagre y ofrece datos sobre señales de otras minas a dos leguas de Belmez caminando hacia Fuente Obejuna.
Es decir, en poco más de un mes, se descubrieron “oficialmente” las que con los años serían en Espiel, “La Luz”; en Peñarroya, “La Hontanilla”, en Belmez, “Cabeza de Vaca”, y en Fuente Obejuna , las minas de “El Porvenir”.

Se trataba ahora de utilizar este carbón en nuestro valle y trasladarlo a Almadén y toda su zona de influencia para convertirlo en un combustible de uso general y cotidiano.
Lo primero fue convencer a la población de que ni el laboreo del carbón mineral ni su uso eran perjudiciales.
Para estimular el laboreo de minas de carbón ya se había dictado una ley de privilegios de 1780 que  aumentaron en 1789 con la aprobación de una Real Cédula.

Otra medida propuesta por De la Garza para la generación de consumo, además de servir para preservar los montes, pasaba por  generar abundantes ingresos en forma de impuestos para la Corona ya que uno de los principales ingresos de la Corona se debía al producto de las minas.

Para llevar a cabo el consumo del carbón mineral, en 1790, el alemán Kilmann  se hizo cargo de la explotación de estas minas. Una explotación llevada a cabo por diez trabajadores, claro ejemplo del rechazo de los habitantes de Belmez y Peñarroya al laboreo.

Durante 10 años, entre 1790 y 1799 se estuvo produciendo carbón, principalmente al servicio de las minas de Almadén. El cese de la actividad se produjo en 1799 debido a la dificultad y al elevado coste de transporte a Almadén y el fracaso en la utilización de la máquina de vapor por desconocimiento de la técnica.

El siglo XIX comienza con  la supremacía del plomo sobre el resto de metales, apareciendo como un material con posibilidades infinitas.
Queda así abierta la puesta para la explotación del plomo en los importantes yacimientos de los Eneros (Fuente Obejuna), El Soldado (Villanueva del Duque) o El Triunfo (Azuaga), aunque aún faltaban algunas décadas para ello.

Otro hecho determinante de estos primeros años del siglo XIX es el inicio de la desamortización en nuestra comarca, como un intento de solucionar el problema agrario.
La nobleza y la burguesía española invirtieron su dinero en la subasta de fincas  dedicadas a la agricultura, y  el comercio pero la especulación hizo incapaz una verdadera revolución industrial  ya que el capital que se invirtió fue extranjero.

Nada del contexto en España o Europa no es ajeno. El capital para financiar las primeras explotaciones efectuadas por Simón de Lillo lo prestó D. Pedro Lozano y herederos, miembro de la familia más adinerada de Belmez.

Hasta entonces solo los alemanes se habían fijado en nuestras minas debido al dominio que los Fugger habían tenido en la comarca de Almadén y que hicieron valer su influencia en cualquier explotación.

No hay noticias de explotaciones mineras durante los años de la guerra y la suspensión de labores en las minas de Almadén en 1809 acababa aquí con cualquier esperanza en el laboreo del carbón. Las penurias de la guerra favorecieron que los lugareños destruyeran los trabajos efectuados hasta entonces para aprovechar las maderas y materiales, provocando el hundimiento y la ruina de las explotaciones.

Tras la guerra y debido a la necesidad de ingresos se permite el libre juego de la oferta y la demanda para abrir las puertas al capital extranjero.

Por entonces la minería del carbón estaba abandonada, a excepción de las pequeñas cantidades que consumían los herreros y las minas de Villanueva del Río (Sevilla).
Pero este panorama no tardaría en cambiar con la importancia mineral del plomo y los inicios de los trabajos en las minas de Almadén.

La ley de Minas de 1825 supone una pérdida de privilegios y libertades en la explotación con respecto a la legislación anterior ya que se retoma la hegemonía de los yacimientos  con beneficios a la Corona y su repercusión en la Real Hacienda.

Buena nota  tomaban los franceses ya que solucionado el problema de transporte y los mercados, la extracción del mineral no habría de tener mayores problemas debido a la indiferencia absoluta del capitalismo español.  

No hay comentarios: